Todos nosotros hemos tenido un familiar o amigo o conocemos a alguien que cree que posee en su casa una gran obra de arte. Es la típica situación en la que hay una herencia de por medio y hemos encontrado una pintura en la casa de dicho antepasado. Otras veces, simplemente tenemos un cuadro que ha pasado por generación en generación y nos da la sensación de que puede ser muy antiguo. En este tipo de casos, los amantes del arte querremos investigar más acerca de lo que tenemos entre manos y, los menos duchos, estarán interesados en saber si la pieza tiene algo de valor histórico-artístico. Y a los que no tengan ese afán de saber, seguramente también les interese estudiar su obra por si la pueden subastar o vender.
La mayoría de las veces se trata de pinturas sin ningún valor económico; son copias o reproducciones realizadas en el siglo XX hechas en lámina y, por supuesto, que no pertenecen a ningún pintor célebre. No obstante, puede ser interesante aprender unos cuantos trucos para no quedarnos con la duda.
Examinar a la luz natural
En primer lugar, hay que empezar por lo que se llama “examen organoléptico”, que no se trata más que de observar el cuadro detenidamente con una lupa por todas sus partes. A la luz natural, una pintura antigua siempre va a presentar una textura desigual en la superficie: cambios de color, variaciones en la textura, restauraciones, craqueladuras (grietas) y pérdida de barnices que hará que se vea más opaco por la zona en la que se ha perdido dicho barniz. Además, es interesante fijarse en el examen visual a la luz natural porque podemos contemplar el tipo de impasto (pincelada) que ha utilizado el pintor, con los posibles retoques posteriores que haya podido añadir.
Analizando el soporte: Pintura sobre tabla
El soporte elegido por el pintor es clave para determinar la antigüedad de un cuadro. Evidentemente, una pieza fabricada en lámina o en papel lienzo siempre va a ser contemporánea, así que hay que fijarse muy bien en el tipo de materiales empleados en la realización de la pieza.
Hasta el Renacimiento -incluida esta época e incluso después-, los artistas hacían pintura sobre tabla. Fijémonos por ejemplo en toda la pintura flamenca como la de Van der Weyden, El Bosco, Hans Memling o en la pintura italiana como la de Leonardo da Vinci o Botticelli. Y es que este dato es interesante porque los artistas solían emplear maderas locales para sus composiciones, por ejemplo, las maderas más utilizadas eran el nogal, pino o abeto, pero en ocasiones se utilizaban especies autóctonas como en el norte de Europa, que utilizaban roble y haya. En este sentido, puede que el pintor adquiriera su panel importado de otros lugares, como en el caso de ciudades portuarias con grandes mercados como Sevilla o Amberes, pero lo más usual es que la madera fuera procedente de árboles de la misma zona en la que después la compraría el pintor.
Aparte del tipo de madera, la dendrocronología determina la datación de una obra. Ha sido siempre un tipo de estudio en laboratorio que se ha utilizado siempre en los museos para posicionar la horquilla temporal de una obra. Se trata del estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, ya que se puede determinar la fecha de tala del árbol en cuestión y determinar el siglo en el que se cortó esa madera y por ende, cuando fue compuesta y vendida la tabla.
Por tanto, ¿significa esto que las pinturas sobre tabla son todas muy antiguas? No tiene por qué, ya que se podrían hacer pintura sobre tabla en la actualidad. En este caso hay que fijarse en las marcas de corte de la tabla. Las marcas de sierra manual, hechas por carpinteros de manera artesanal, son irregulares y torcidas. En cambio, a partir del siglo XIX, después de la Revolución Industrial, las tablas ya estarán cortadas con máquinas industriales, por lo que serán todas iguales y con los bordes simétricos y perfectos.
Analizando el soporte: Pintura sobre lienzo
A partir de 1500 se empezará a utilizar de manera regular la tela o lienzo, ya que era bastante más cómodo a la hora de transportar los cuadros de un sitio a otro. A partir de aquí, hay que contemplar el entramado de la tela, ya que, lo mismo que ocurría con la tabla, cuanto más basta y gruesa sea la fibra, más probable es que sea anterior al siglo XIX. Los lienzos antiguos se realizaban con sargas muy toscas, mientras que después de la Industrialización, el entramado de la tela será pequeño y fino. Una vez más, ¿significa esto que un cuadro con lienzo grueso y basto es antiguo por defecto? No, ya que se sabe que por ejemplo, Paul Gauguin (1848-1903) utilizaba telas muy baratas y gruesas, pero lo que sí significa es que nunca vamos a encontrarnos una pintura antigua en un lienzo fino y con ausencia de costuras -ya que será industrial-. Aparte, si en el lienzo hay restauraciones, se verá la diferencia entre los dos tipos de lienzo, el original y el moderno.
También hay que fijarse en los márgenes clavados. Los clavos se pueden haber repuesto a lo largo del tiempo en posibles restauraciones. Si hay otros agujeros de clavos por el lienzo, es muy posible que los cambiaran en el pasado por oxidaciones. No obstante, si la pintura realmente es antigua y los clavos originales, estos serán gruesos, toscos y también artesanales.
Otro elemento en el que nos podemos fijar es la capa de imprimación o “preparado” del artista. Se trata de la primera capa que el pintor añade al lienzo para prepararlo, dejarlo liso y sobre el que después dibuja con tiza o tinta. Esta capa se puede ver en el borde del lienzo, sobre todo en cuadros muy antiguos, y si investigamos más nos puede dar alguna pista sobre la escuela o la época. Por ejemplo, en el Barroco Español del siglo XVII los pintores utilizaban sobre todo pigmentos terrosos y ocres, dando un color de imprimación rojizo o marrón. Sin embargo, en la pintura flamenca del Norte de Europa del siglo XV se solía utilizar la base blanca o gris clara por estar hechas con caseína y engrudo.
Superficie
Como hemos indicado al inicio del artículo, a medida que la pintura envejece, va variando el color y la tensión de la tela. La pintura, con el paso del tiempo y por las variaciones atmosféricas, se va volviendo quebradiza y se forman grietas, llamadas craqueladuras.
Por otro lado, la pintura al óleo va volviendo transparente con el paso de los años y se pueden llegar a ver las capas que están bajo la pintura, es decir, podremos ver la capa de imprimación y los pentimentis (arrepentimientos), que son las modificaciones en las figuras que va realizando el pintor a lo largo del proceso de la obra.
También sería interesante, si queremos seguir investigando nuestro cuadro en cuestión, la utilización de una lámpara de luz ultravioleta. La llamada luz ultravioleta o luz negra hace que los materiales de la pintura se vuelvan fluorescentes. Los retoques se hacen visibles en un color violeta, más claro si son antiguos y con un violeta oscuro casi negro si son retoques modernos -como serían los de una restauración-. El barniz, por su parte, se reflejará con un color verde amarillento. El examen ultravioleta no da información sobre la autenticidad o autoría del cuadro, pero sí es interesante a la hora de saber el estado del mismo, lo que es indicativo para al menos saber si la pintura es contemporánea o no.
Análisis estilístico
Por último, y a mi parecer uno de los más importantes, es el examen estilístico. ¿A qué otras obras y de qué autores me puede recordar esta pintura?, ¿Cómo están dispuestos los personajes?, ¿Cómo se presenta la escena?
Hay que fijarse en todos los elementos de la obra: el tema representado, la postura de los personajes, tratamiento de los cabellos y de las ropajes, expresiones faciales, movimientos corporales, colores utilizados, tipo de pincelada, perspectiva y paisaje, etc.
Por ejemplo, si nos encontramos ante un obra de tema religioso, con la superficie pulida (no se nota la pincelada), con colores muy vivos y brillantes, un gran detallismo en todos los objetos, con un paisaje muy elaborado y donde la perspectiva de la arquitectura no coincide con el tamaño de los personajes, es muy probable que se trate de una pintura flamenca o hispanoflamenca de los siglos XV y XVI.
Por otro lado, si tenemos una obra con una escena cotidiana, con pinceladas rápidas, cortas y gruesas, con un encuadre natural y un uso de los colores donde predomina la luz, muy probablemente nos encontremos con una pintura de estilo impresionista.
Todo esto solo sirve si en todos los análisis anteriores se ha llegado a la conclusión de que la pintura tiene cierta antigüedad, ya que se puede llevar a cabo claramente una obra en la actualidad inspirada en cualquier estilo. Pero, al menos, aunando todos los elementos que vemos en la obra, la podremos encuadrar al menos, si bien no en el siglo, sí en el movimiento o estilo artístico y partir de ahí hasta encuadrarlo en el siglo, escuela o incluso en el autor.
De hecho, el método Morelliano pretende discernir la autoría de la obra solamente mirando los elementos de los personajes representados en el cuadro. Giovanni Morelli (1816-1891) fue un crítico de arte italiano que, harto de la grandilocuencia de los historiadores del arte de su época que se fijaban en la historia y documentos, propuso un sistema de peritaje y autentificación de las obras donde proponía que había que fijarse sobre todo en los pequeños detalles -por ejemplo en las manos, ojos y orejas de los personajes-, ya que eran elementos que se repetían en las obras de los pintores. Es decir, se basa en buscar idiosincrasias o detalles estilísticos repetidos que aparezcan en las obras de un autor.
Si bien personalmente me parece un sistema de autentificación muy atrevido, ya que un pintor puede ir evolucionando y cambiando los elementos de sus obras a lo largo de toda su carrera –si no que se lo digan a Picasso-, sí me parece interesante fijarnos en pequeños detalles a la hora de encuadrar una pintura en una escuela o círculo. Es decir, si tenemos una pintura con un »Ángel y Jesús Niño» con rostros angelicales, con el método Morelliano podríamos tomar como referencia, por ejemplo, los rostros angelicales que hacía Bartolomé Murillo y los que hacía Alonso Cano. Difícilmente podemos atribuir la obra a uno de los dos pintores pero sí podríamos decir que nuestra pintura pertenece a la Escuela Sevillana del siglo XVII, lo que ya aporta un cierto valor a la obra. Después, ya habría que ahondar con peritos expertos si puede pertenecer a un círculo o taller del pintor en cuestión, cosa que elevaría bastante al alza su valor artístico y económico.
En definitiva, el análisis organoléptico nos puede dar muchísimas pistas, ya que solo observando detenidamente e investigando, podemos llegar a encuadrar la obra en un siglo determinado, estilo y escuela solo mirando la pieza. De hecho, así suelen trabajar los expertos de las casas de subastas y anticuarios. Después de realizar el examen organoléptico, ya si la obra tiene una gran calidad técnica y si estamos cien por cien seguros de que lo que tenemos entre manos puede ser una obra de gran valor histórico-artístico, se recomienda contactar con expertos para que la puedan estudiar en profundidad y realizar un informe de peritaje utilizando radiografía con rayos X, infrarrojos o microscopía para poder autentificar la obra y dar una atribución. Porque, ¿y si tenemos un Velázquez en nuestro salón y no lo sabemos?
Lecturas para saber más: