La iconografía de Judit y Holofernes
El ciclo iconográfico de Judit con la cabeza de Holofernes es posiblemente uno de los más representados dentro de la iconografía bíblica a lo largo de la Historia del Arte, especialmente durante el Renacimiento y el Barroco. Se trata de un pasaje bíblico que aparece en el Libro de Judit del Antiguo Testamento.
El pasaje bíblico
En el contexto de las guerras de Israel, este episodio de la Biblia nos cuenta que el rey babilonio Nabucodonosor -que en el texto lo presentan como rey asirio, por lo que hay un error histórico- invade el pueblo judío y manda a miles de sus hombres a conquistar sus territorios y arrasar aquellos pueblos que no se dobleguen a su voluntad. Aquí es donde entra en escena Holofernes, general asirio del que nos indica el texto que <<él destruyó sus santuarios, taló los árboles sagrados y se dedicó a exterminar a todos los dioses del país para que todas las naciones adoraran solo a Nabucodonosor y todas las tribus le invocasen como un dios, cada una en su lengua>>.
Cuando los israelitas de Judea se enteran de lo que está sucediendo, temen por la ciudad de Jerusalén y dan aviso a todos sus territorios. Se empiezan a preparar para la guerra y bloquean todos los desfiladeros para que los soldados de Holofernes no puedan pasar. Esto llega a oídos del general y, lleno de ira, ordena a sus tropas que avancen hacia la ciudad de Betulia, que levanten tiendas y ocupen los desfiladeros para atacar a los israelitas.
En la ciudad está Judit, una joven viuda que en el momento del asedio se encuentra en el templo rezando para que se obre un milagro y los soldados se marchen de allí. Pero se da cuenta que en vez de rezar, es ella misma quien tiene que coger las riendas del asunto y hacer algo, por lo que se marcha a casa, se despoja de su traje de luto, se baña, se perfuma y se pone todas sus joyas, dispuesta a seducir a sus enemigos para llevar a cabo un plan contra ellos.
Junto con su ama de llaves, llena una cesta con provisiones y se presenta ante los soldados para pedir audiencia con Holofernes, alegando que está huyendo de su pueblo porque sabe que falta poco para que la ciudad caiga en sus manos y quiere pasarse al bando vencedor. También promete dar al comandante información auténtica sobre los caminos por los que podría pasar para seguir conquistando territorios, lo que, unido a su embriagadora belleza, termina de convencer a los soldados, que le abren el paso y la escoltan hasta la tienda de Holofernes.
Una vez en la tienda, Holofernes cree las palabras de Judit y le indica que jamás hará daño a nadie que quiera servir a su rey Nabucodonosor. Ella se queda unos días en el campamento para llevar a cabo su plan y una de las noches, Holofernes, con lujuriosas intenciones, invita a Judit a un banquete en su tienda. Horas después, cuando él está tumbado en el lecho inconsciente por los efectos del vino, Judit le decapita con su propia espada y entrega a su ama de llaves la cabeza para que la guarde en la alforja. Acto seguido huyen juntas y regresan a Betulia con la cabeza del general, lo que provoca el colapso del ejército asirio y la liberación de su ciudad.
Hasta aquí el pasaje que nos cuenta la Biblia, donde Judit se erige como una heroína liberadora del pueblo de Israel. Ahora veamos la iconografía del tema: en pintura, la representación puede aparecer en tres momentos: en el momento anterior de cortarle la cabeza, en el instante en que le está decapitando o tras haber cometido la ejecución, con Judith sujetando la cabeza en la mano.
Usos y significados del tema
Es muy interesante cómo a lo largo de los siglos y de los diferentes estilos artísticos, el tema ha ido cambiando de significado depende del contexto histórico y de la motivación del artista. La iconografía de este tema comienza en el arte paleocristiano, en un ambiente donde el cristianismo estaba emergiendo y se tenía que propagar la idea de este tipo de figuras bíblicas que luchaban contra aquellos que querían frenar a la nueva religión. Más adelante se verán algunas representaciones en el arte medieval en manuscritos iluminados, libros de horas, esculturas de capiteles o frescos. En este contexto, los comitentes que encargan las obras artísticas serán en todo caso clérigos, por lo que se representará a Judit como modelo de virtud cristiana y ejemplo a seguir en la rectitud de la Iglesia. Ella se convertirá en una alegoría de la justicia contra el invasor, es decir, es la mejor metáfora para enseñar que hay que luchar contra el Diablo y las herejías.
Tenemos bastantes ejemplo de arte medieval donde se utiliza este tema para representar este modelo de virtud cristiana, que se vería como una alegoría de la Iglesia triunfal ante el mal o incluso como una prefiguración de la Virgen María vencedora. Estos ejemplos serían el Códice Nowell (1000), también el Salterio de York (circa 1170), manuscrito inglés con pasajes del Antiguo Testamento y de la vida de la Virgen. También aparece representado en manuscritos iluminados, como el Speculum Humanae Salvationis (siglo XIV), o también las Crónicas de Nuremberg (1493), un libro escrito por Hartmann Schedel donde se narra la historia completa del mundo, entre ellos ciclos del Antiguo Testamento. En todos estos casos, se difunde la idea del personaje de Judit como una mujer casta que, ataviada como cualquier dama medieval, defiende a la Iglesia sobre todas las cosas.
Más adelante a partir del Renacimiento, el tema vuelve a resurgir con mayor detalle y realismo, pero ahora a través de pinturas en lienzo que ya no solo decoran conventos, sino palacios y casas nobles, por lo que el gusto estético comienza a cambiar. Esto se manifiesta en la representación de los personajes con una mayor expresión en los rostros y detallismo en los paisajes. En el Renacimiento Judit se representará como heroína, una noble joven y valiente que salva a su pueblo. Se despoja a la imagen de esa castidad virginal que la caracterizaba en la Edad Media, donde era una figura pura, virtuosa, casta y piadosa. En el Renacimiento será valiente, pero sobre todo se destacará su belleza y cómo la utilizó para seducir a Holofernes y los demás soldados. Es por esto que en esta época se la va a representar muchas veces con atuendos más atrevidos o incluso desnuda.
Pero es en el Barroco cuando el tema se vuelve más común y el uso de la iconografía va a ser masivo, a partir de la Contrarreforma Católica del siglo XVI, que buscaba revitalizarse y reafirmarse contra el Protestantismo, que parecía estar en auge. Por tanto, el tema seguirá siendo una fuente de inspiración para los artistas, pero esta vez con un estilo mucho más emocional y dramático, representando justo el momento de mayor movimiento. La Iglesia tenía que volver a encauzar a los fieles por el camino del catolicismo, y para ello tenía que emocionarlos y sobrecogerlos. Ahora lo que importa es captar el momento más álgido en la escena: la mueca de dolor en el rostro de Holofernes, el rostro iracundo y furioso de Judit y de su criada, así como la espada ensangrentada.
Más adelante, durante los siglos XVIII y XIX, el tema de Judit y la cabeza de Holofernes continuó siendo una fuente de inspiración para los artistas, aunque quizá no con la misma prominencia que en épocas anteriores. Sin embargo, todavía se pueden encontrar algunas representaciones notables en el arte de este período. En esta época, ya sea a través de corrientes como el Orientalismo, debido a ese gusto por lo exótico y por las tierras lejanas de Oriente; y el Romanticismo, que se se centraba en temas emotivos y dramáticos, la historia de Judit y Holofernes ofrecía un escenario ideal. Se reafirma la posición de Judit como una figura que simboliza la fortaleza y la valentía, una mujer independiente que lucha contra la tiranía y la opresión. Las obras de esta época se caracterizan por un dramatismo intensificado y una atención al detalle emocional. Y es que no es de extrañar que se utilice la imagen de Judit de esta forma, ya que el siglo XIX en Europa supone una etapa bastante convulsa, con multitud de huelgas, motines y rebeliones, ya fuera por cuestiones reivindicativas, ideológicas o políticas. Por tanto, en esta época, aunque se trate de una figura bíblica, no queda ya rastro del sesgo religioso que tuvo en el pasado y reencarnará al pueblo luchando contra la opresión.
Por último, a partir de 1900, con las Vanguardias y la pintura figurativa contemporánea, el significado que se quiso proponer fue distinto. Se empezó a representar la figura de Judit como una mujer peligrosa e incluso vengativa, pero también una mujer decidida e independiente, tanto, que incluso se elimina la figura de Holofernes de la escena y solo aparece ella como total protagonista, producto del cambio de la perspectiva de género que se estaba dando en la época. Por ejemplo, los movimientos feministas del siglo XX adoptaron la figura de Judit como símbolo del empoderamiento femenino y la resistencia contra la opresión y en la actualidad serviría para representar temas como la violencia, el poder, la justicia y la identidad de género.